lunes, marzo 26, 2012

Hopeless - The Pillars of the earth, Ken Follett (in me)

Quedó una emoción congelada en una escena que ya no se mueve pero se rodea de excusas y desgaste. Quedaron manchas de sangre y un colmillo que ahora es transportado por un sapo en su cuello. La Luna todavía brilla en el fondo del pantano agrietado; pantano con espasmos pestilentes y derruidos, con el epicentro aún marcado en el lugar de donde salió la criatura. La criatura que no se mueve y no se sabe si está muerta o solo morirá. Porque es desconocido por dónde respira. Si es que lo hace. El olor a carne semicruda pero algo rostizada mantiene encendidas las hornallas que revelan burbujeante al gran pantano por debajo y lo profundo, pesada, densa, viscosamente. Las ilusiones se han marchado de este pantano llevándose consigo la mirada de lo finito, llevándose la posibilidad de un hoy habitable. Los brazos están aún calientes por el abrazo recibido y las heridas lograron la coagulación. El niño camina asorado por las burbujas del pantano. Reconoce los cuerpos y besa por última vez las mejillas de quienes ya no podrán más nada enseñarle. Viste los harapos de lo que supo ser su túnica de hijo pródigo, de bastardo con padre, pero es probable que no lo recuerde siquiera. El sapo es ahora medio humano, un fragmento de beso y pedazos de carne descuatrizada, hundida en el gran caldero, con el colmillo clavado, con el calor de su propia sangre y la ajena recorriéndole la piel árida. La esperanza del pueblo se desvaneció luego del crujir de sus esfuerzos en manos del aterrador jinete cuyo caballo yace con el hígado por encima del pelo inerte, lo que confirma que eso no son sino sus restos. Todavía se respira polvo proveniente del más allá de este pantano traído por las herraduras del jinete, este pantano que pronto va a tragarse su propia carne putrefacta y a eructar maloliente, a sentirse descompuesto y encontrarse desolado.

No hay comentarios: