martes, abril 27, 2010

De lo que decidas que es verdad

La autenticidad es un gesto con uno mismo.
El felino que circunda se posa entre mis piernas indias y me regala una nueva forma de latir constante y sutil.
Los discursos pueden estar hechos de palabras.
Pero los discuros, cuando aprendemos a nombrarlos, están llenos de emonciones y de exposición.
El discurso vacío es de la persona vacía.
No hay personas vacías.
A menos que todos estemos vacíos.
Yo siento. Yo me atrevo a sentir y ser la idealista que todavía cree. Y me atrevo a absorver cada décima de grado del calor del abrazo no pedido pero recibido. Soy despiadada y regalo cariño. No sé si estoy teniendo dejá vu de alguna señal mísitica o pasé demasiado tiempo encerrada.
Si el discurso está vacío es porque quien lo dice huye del contenido. Refracta la emoción, por elección o desconocimiento (o incapacidad). Ruido en mi cabeza. El discurso vacío permite la autodestrucción silenciosa y a solas.
Se perdieron las instrucciones para cuando sos visto. Oh vamos... se perdieron, ¿o las tiraste pecando de soberbio?¿Eso eso todo lo que podés hacer por vos mismo? Only "if you try the best you can, the best you can is good enough" ¿Cuándo fue la última vez que intentaste superarte a vos mismo sin preimponer el resultado desde una voluntad más verdadera y produnda elegida como lo real?
Las acciones violentas sobre otros son acciones violentas sobre uno mismo. Los nombres en forma de palabras, de conceptos, de conexión con emociones y experiencia y deseo, las formas de nombrar, los estigmas encarnados, las jugarretas de un lobo con cobardía de gato (el calor de su ronronear).
Escribr con tinta transparente, recitar emblemas, respetar el higo, decir lo que el otro quiere escuchar hasta olvidarse de lo que uno quería decir. Ponerle nombres que lo convierten en parte integral de uno imponiéndole las brutalidades de la cualidad impuesta e inculcada con la furia de uno contra uno mismo y destruir con el ahínco que genera una fruta bien dulce y jugosa. Destruir lo hermoso, no exponerse.
Dar sin esperar recibir. Dar creyendo que es lindo que haya idiotas como uno en el Universo. Dar con la idea de compartir los propios colores y aprhender nuevos, dar hasta lo que más importa. Compartir la experiencia.
El gato se estira y decide caminar liberando electrones rascándose previamente el lugar donde le pica incesantemente.
La sinceridad nos expone a ser nosotros mismos. La sinceridad con uno mismo. Las idealizaciones del yo, todo para después decir que no existe y esconderse más aún en el discurso creado para ser el discurso que los otros quieren escuchar para lograr la aceptación e impunidad de regalar mierda con moño, y engaño con creación por supuesto sin importar en absoluto ver a la nena jugando con mierda creyendo que la misma aspira a ser zen con esfuerzo y amor propio. Lecciones de vida en la etiqueta que venía enganchada al moño donde le regalaron la mierda. Lecciones para los demás.
El gato es llamado por su naturaleza y canaliza a través de su colon todo lo que la nena recibió entregándole a cambio la responsabilidad de limpiar y recordar que si huele mal, el instinto es sabio.
El juego del karma se termina cuando se lo manipula. El juego de crear el Universo no existe cuando no se es auténtico aunque más no sea con uno mismo. Las contradicciones entre los discursos y las acciones hacen de personas, despreciadores; de lobos, pobres perros locos que giran sobre su eje tratando de alcanzar fronteras que no existen porque son la mierda que les regalaron bajo la etiqueta de lo que querían; mortales vestidos de mártires que no quieren monumentos a su nombre pero sí la compañía de los engañados que creen estar siendo fieles compañeros.
Suena el timbre, el gato se distrae, ¿en qué estaba?

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