miércoles, febrero 10, 2010

A tomar el té

Puedo verlas. Esto se pone interesante: si puedo verlas es porque ya no son parte de mí. Cuando me extirpo puedo ver a mis pedazos saludándome, entrometiéndose en las personalidades de quienes me rodean, se expresan a través de los comportamientos de otros, cobran forma dentro de la forma de un otro y toman un color distinguible sólo por mí, su creadora y descubridora. Y ahora tengo dos personajes neuvos. Siento regocijo en sentirlas ajenas pero me persigue una necesidad docente feroz para continuar la onda expansiva. Tengo un teclado lleno de botones sin etiquetar y un panorama creado a tiempo y voluntad y magia y deseo, moldeado sin escrúpulos, moldeada yo... sin escrúpulos: me gusta este tablero. Yo traigo mi caballeriza, mi indiscutible y tupida mata de caballos achaparrados y radiantes cuando comen Sol mirando un helado de tarrón de azúcar. Soy una guerrera pacífica; soy una porcelana fría hecha sólo con las manos. Soy todo el espíritu que le falta a una estatuilla. Me doy el gusto de frenar el tiempo, corto su secuencia y me siento en una mesa ratona con mis dos extirpaciones más extremas, con los fragmentos que más me impresionó sacarme de profundo porque oscuro. Una es lo que no pude ser, la otra, la que elegí no ser.

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