viernes, enero 22, 2010

Envolvente

Más precisamente, me refería a esto. Ahora parece ser posible explicarlo. A perder los sueños y que eso no sea sino una fiesta de miserables. Felices miserables. Parece ser que aprendí a desear. Esos seres que éramos, estructurados, una nena que a los tres años le dice a su madre "yo quiero lo que quiero". Esos conjuntos malogrados -qué linda palabra, el poder del uso contra la tiranía léxico-gramatical del lenguaje escrito-. Esas formas ingenuas, esa resignación; si ya no se ignora, no se ha de ignorar. Pero ahora hay mucho que aprender. Ahora sé cómo no es. Tal vez pueda explicarse el Universo. Es mi camino el caminar hacia adentro. Tres espacios he de buscar. Aprendí sobre mí de cómo sé aprender y me río de mí misma hace un rato. Puedo verme a distancias inconmensurables de mí, puedo escribirme y dejarme recados para cuando vuelva, puedo imaginarme recibiendo la nota, e imaginándome en el futuro, sin saber que esa retrospectiva, me condenaría a mí misma por no haber seguido tal o cual instinto. Aprendí a reír. Y no me avergüenza. Desde el tercer espacio construído fuera de la guerra estoy: invisible a ellas, justicieras luchadoras anacrónicas. Escríbanse amenazas, dáñense por desprecio a sendos oponentes, marchítesen los recuerdos con que -hacia adelante y hacia atrás- ayer desearon y hoy descartan y mañana han de condenar a una decrépita vida en el rincón de los recuerdos a olvidar cuidar con proyecciones periódicas. Sus demandas me tienen sin cuidado. Respiro el aire del creativo silencio. Me resguardo por un tiempo de mi existencia humana, despliego el tablero conceputal: ni yo recuerdo dónde estaban los pasadizos de mi propia creación, tienen vida propia aferrada a la música de mis impulsos, al zamba de mis emociones. Pero cuando el impulso y la emoción se juntan al recuerdo, no paréceseme posible recordar una causa justificable para tal guerra. Sólo en este equilibrio entre mis miserias, es que yo podía haber aprendido a bailar. Solo decidiendo no desear por mí a la distancia, sino por mí en el hoy, al menos en mi próxima guerra, no se me podrá decir que no amé.

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