Silencio.
El ruido de la lluvia cayendo por algún lugar bien planeado por donde debe fluir el agua de lluvia para no perturbar nuestras secas existencias dentro de jaulas-edificios de las que salimos grises-pájaros con prótesis impermeables-plásticas para no enfrentarnos ni siquiera con lo que corremos de costado para así decidir en nombre de El Clima, todopoderoso impersonal de magnánime imponencia. El humor del tiempo. El clima es el humor del tiempo. Y queremos a todos los humores del tiempo, queremos experimentarlo todo. Apasionado el hombre con Su Magnificencia: alabanzas, artículos, danzas, gritos, recuerdos, blasfemias, clichés. Nos permitimos integrar su existencia dentro de mitos con calles... pasajes tal vez, pintorescos o terroríficos, de plena acción o de tiempo-emoción detenido, lo ponemos bajo nuestro dominio. Con sonrisas o con lágrimas que tienen que ser adivinadas por entre la cortina de Verdades que Clima nos impone. Hasta que jugamos a ser el clima y convergemos nuevamente en el seco-artificial-clima. Y hay más humedad de la que quisiéramos pero a su vez nos alegra su presencia, recordamos lo muy felices que son las plantas en este momento, yo siempre recuerdo eso. Siento desapalmazarse al aire, siento al Clima ir con la violencia de lo que es demasiado rápido para mis ojos y llamaba agresivo contra el cegador humo de polvo de tiempo de humano que está expandido a nuestro alrededor, contra la inmóvil tierra cubierta de pesado cemento rígido, y también si prestamos un poco de atención podemos ver a la violencia rebotar hecha partículas más pequeñas luego del impacto y tal vez y solo tal vez somos afortunados y podemos ver cómo ciertas partes de ella se desintegran y se pierden en un charco volviéndose parte de él (ella, él) o quizás sea esa que se mete por el único huequito que tenía el bien elaborado equipo marchitador de piel. Algo así como curitas eternas.
Nada de esto pasa dentro de jaula.
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