¿Cuánta
menos luz habría en esta habitación en este acto en esta brisa de lluvia recién
caída si esas baldosas no fueran tan ridícula y sutilmente no exactamente
blancas pero algo muy muy parecido? La mesa escalonando a la luz, poniéndole
alfombra blanca de todos los colores a los tozudos escalones, cambió al ambiente desde afuera
y sin ser parte; como algo que vino a acomodarse entre otros dos algos un poco
apretaditos generando una desviación en las apariencias. Por los escalones
desfilan pájaros e infinidad de insectos-problema clamando por
actividad. Profesías basadas en posibilidades remotas pero contables,
deducibles. Conocimiento para pocos. Subo un escalón más y me sumerjo en el
escalonado mar de nubes que se continúan al escalonado de luz de comienzo en
esas baldosas tan perturbadoramente no exactamente blancas que ponen al
descubierto el giro generado. Bailo al cósmico compás de la fiesta de los
relámpagos retrucando a cada paso a cada trueno para que brille más fuerte para
que corra y alcance a su luz. Me miro en el ambiente iluminado por la lumínica
alfombra que me sedujo hasta este escalón descubierto tardíamente, allá en la
madera y el vidrio opaco rodeado de líquidos que fluyen. Confronto las
expresiones de mi cara, desde acá, desde allá, nos miramos y genero un ángulo
cuyo nombre fue utilizado erróneamente en otro ámbito obnubilado por tanta luminosidad.
Me convierto en el punto que convierte al reflejo, a la fuente, en infinitos
colores.