Quiero decirte todas esas cosas que no estoy segura de querer decirte y preguntarte si querés que te las diga pero sobre todo preguntarte antes de decírte -aunque, claro, ya tendrías que saberlo- si quizás un día nos vamos a arrepentir de lo que dije porque si eso no era lo que quería decirte pero ya te lo dije entonces todo es distinto y todo sabe a abismo, a medio umbral y solo tengo un pedacito de tierra calentita.
Y para cuidar mi pedacito de tierra calentita es que me hago fertilizante en polvo de deseo y es que me llevo a mí misma a las garras de lo que me duele y de lo que no deseo y de lo que no elijo porque solo así puedo roer algo de la superficie que me fue dada como hogar.
Entrego el secreto, acepto la muerte, muero la vida.
Pero vivo una muerte intensa y apasionada llena de magia y nudos en la garganta que se olvidan de a ratos de presionar y me dejan tragar para no tener que escupir y decirte todo eso que no sé si quiero decirte porque no sabría si es por impulso desgarrado de una mente acoplada o si es todo lo que jamás me atreví a soñar.
No quiero forcejear el ataúd porque ssría incluir a mis deseos en la mediocridad de la muerta vida, llena de espantapájaros y desgarradientes cubiertos por escenarios lúgubres y uñas rojas y tu mano saliendo desesperada de entre medio de la tierra, pálida, quizás muerta.
Tu cuerpo que lleva tu calor está lejos, tanto como continúen mis deseos hechos tierra.