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domingo, julio 03, 2011
Construyendo la imagen
Digamos que todo este tiempo yo veo un reflejo, una especie de construcción deformada cortada en proporción áurea con la claridad del frío y la resonancia del estallido. El reflejo en el agua. La forma de admirarse en uno de los elementos más fieles en imagen si se cuenta con la ausencia de viento: la unión entre el agua y el vidrio está dada por el frío. Ahora que lo veo como un monstruo de pelo de polvo y corazón de acero me es difícil retomar la vieja idea de la ausencia de viento y la destreza del relejo que engaña porque para nada se llama reflejo pero lo de monstruo lo conserva por su espalda redondeada y su paso, determinante como la defragmentación de una idea, más pesado que la mismísima ciudad. Pero antes no era ciudad sino que eran algas en movimiento, corales pertenecientes al manantial del no viento y la ausencia de luz que no por eso significa oscuridad sino frío, mucho frío y corales de colores que pasean en la turbia calumnia fría de azul y contemplada con los ojos fríos pero resguardados pero cómo saber si están mojados, pues esos ojos no pertenecen a la escena. Y el monstruo; que no es monstruo sino encorvado y mastodonte magnánime, estado de decadencia de la furia de la especie, por excedido, pero es calmo y no destruye sino que avanza y busca con cierta ilusión infantil pero que si fuera reflejo sería reflejo deformado porque no es suficientemente equivalente y sin embargo hasta que no me detuve a ver cuál era el ruido, la asimetría, yo veía claramente un relejo en proporción áurea y un fondo de algas con polvo de alga que seguro es vida, a mis ojos diminuta, o tal vez difusa o quizás algo distinto pero que no sé imaginar todavía o tal vez nunca imagine y por eso es solo polvo que no conozco y llamo de una forma que satisfaga mi necesidad de un recuerdo, un nombre. El humo marca la ausencia de plenitud de agua.
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