Un punto. Una línea, algo difuminada. Una línea no-recta estable, dos líneas: verdes. Sujeto al gran muro cada un espacio de segundos aparece un objeto-metálico-sostenedor-de-líneas. La línea avanza. No. Quien la percibe avanza. La línea tiene ondulaciones con el correr de los instantes, levemente hacia arriba, levemente hacia abajo, ondulaciones lentas y armónicas, pero. Cinco líneas gruesas y ondulantes avanzan: un nudo de líneas. La brisa densa y húmeda invade: -cambio de plano- un marco del mismo color que los objetos sostenedores se antepone a las líneas de forma drásticamente invasiva, una línea horizontal lo corta justo donde deja de entrar el viento. ¿Qué estaba haciendo? Organización; terminar de guardar el boleto en el bolsillo de la mochila, terminar de desabrochar el buzo con el cuidado intensivo y delicado que requiere hacer estas acciones con los auriculares puestos y el mp3 en el bolsillo externo de la mochila-hogar-en-miniatura, el espacio reducido, la desopilante luz artificial, las líneas distrayéendote, las estaciones que se suceden y por supuesto, los carteles que indican la estación, desfazados. Uy... sí, sino me voy a olvidar, organización suspendida, abro el bolsillo grande, saco el cuaderno, dejo el bolsillo abierto, si aflojo el músculo de la pierna izquierda se me cae todo y tengo que sacar la lapicera del bolsillo pequeño y diagonal: 17:43. Idea "A" me llama la atención de boca de mi primita, se la cuento a Iván, él la rumea y cuando regurgita
-claro que todo esto sin que yo sepa, mi conciencia termina en que le conté a Iván la anécdota de mi primita que llamó mi atención en otro espacio-tiempo-. Entonces yo leo lo que él me escribió, me llama particularmente la atención esa frase, la rescato como una frase-Iván: entonces ahora en mi conciencia tengo lo que me dijo mi prima y lo que me dijo Iván, de ambas frases quisiera saber qué es lo que me llama la atención pero entonces me entero de que él tomó de esa anécdota, su/la idea que me escribió, entocnes pienso que conozco el patrón que hace que me llamen la atención esas cosas.
Nota al margen: Idea "A" = Juguemos a hacerlo al mismo tiempo así ninguna pierde.Cierro cuaderno, lo guardo en el compartimiento grande, cierro el cierre, fin del riesgo de caída-de-cosas-y-exposición-pública, ahora hago presión con el músculo de la pierna derecha para arrimarme el cierre diagonal de la mochila y devolver la lapicera al único lugar que me ofrece aunque sea una posibilidad remota de volver a encontrarla -ya que estoy dejo el boleto ahí en ese bolsillo, un problema menos-. Scalabrini Ortiz: movimiento brusco pero fríamente calculado entre el señor de traje azul con el sobaco sudado y las tres colegialas chillonas, mochila al hombro, avanzo.
Me detengo.
Al mismo tiempo llega la señora de los rulos caoba con la nena: la discusión por la golosina ahora o después de comer, el capricho de "quiero upa", llega el 87 y se van antes de que la escena logre irritarme.
Llega como todos los días, instantes después que yo, la señora de colores oscuros. Se posiciona a metros prudenciales de mí.
No nos llevamos bien esa señora y yo.
No nos conocemos, los primeros encuentros eran afables pero un día la señora no tuvo mejor idea que sentarse a mi lado en los asientos de a dos del lado derecho, en el de la rueda, atrás de la puerta trasera unas dos o tres filas. Ya venía distraída con mi organización clásica de la mochila-armada-siempre-a-último-momento y confiando en que el día anterior no había sacado nada imprescindible de ella y la veo: su mano avanza, se estira, su puño semicerrado se abre y deja caer el boleto al piso. Lo levanto y me mira:
- Lo tiré yo, no te preocupes.
- Justamente por eso lo levanto -contesto secamente-.
- Ah, no querés que tire basura al piso, esperá que abro la ventana -atina con el brazo frente a mi cara a intentar mover el panel de vidrio-.
- ¡No!... Mire lo que hago, lo guardo en mi mochila -abro el cierre diagonal- y lo voy a tirar cuando tenga un tacho de basura.
- Hacé lo que quieras.
Esa fue la última vez que dialogué con ella, pero sé que está esperando que un día se me caiga algo del bolsillo o tire una colilla en el pavimento; yo no la dejo subir antes que yo aunque sea una mujer de edad con códigos de asiento de la parte de adelante del bondi.
Mientras la señora de ropa oscura y yo nos ignoramos decorosamente, pasa el auto rojo con el señor y los tres nenes atrás; levanto la mirada, desde la esquina se ve el micro escolar que siempre viene con un conductor, un acompañante y dos chicos con guardapolvo, lo observo avanzando, en eso llega el pibe de la mochila de Pink Floyd que se toma el 87 que ya debería... que efectivamente ahí llega. Ahora es el turno del bondi que dobla y engaña porque de lejos no se distingue el número y lo hace a uno ilusionar con que es su bondi, pero esa es la señal de que ahí tiene que venir... ahí está mi bondi: tengo que sacar monedas del bolsillo de la mochila.
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