Hasta hace instantes seguía preguntándome por qué no opto por la soledad. Las otras personas me mantienen despierta. Las otras palabras me mantienen activa. Las otras mentes me generan curiosidad. Las otras emociones me dan ideas. Las otras miradas, los otros consejos me enseñan. Las otras in-formas me forman y son formadas por mí; las otras in-formas me reflejan, y yo tengo la misión de elegirlos(me). A cada instante me elijo. Aunque veo a mucha gente siempre; pero ver no es prestar atención. Y qué buscás en el otro tampoco es lo mismo. Y qué te despierta ese otro, más ese manojo de nervios que manejás como podes... Sí, con la edad mejora, pero la torpeza social viene de la mano de una mueca que te hace única. Pero entonces nace la acción compartida, y entonces es como ser un poquito el otro, aprender su mirada. Por qué es que su mirada es así. Loa secretos revelados. Los magos tomando el té de las cinco en punto. Pero claro, esto es darle mucho lugar al otro... y pero tal vez ese otro quiera recibir toda esa atención. Magia. ¿Podría estar haciendo algo más productivo con mi tiempo que conocer humanitos? No lo creo. Porque me fascinan. Y me reconozco como una que se está reconociendo todo el tiempo. Y me reinterpreto con algunos deslices de lo obvio en lo que caigo cíclicamente. De eso que me convierte, también, en quien soy. Y que me vuelve un monito fascinado por las distintas profundidades de las ranuras de la piel de una mejilla que sonríe. Pero más me gusta la escena lejana de los tres que están charlando a suficiente distancia de mí como para que me sea imposible oír. Pero veo un brazo por encima de un hombro y una mueca corporal de carcajada y soy feliz de poder entender eso. O de poder imaginarlo. ¿Quién sabe? Dejarse maravillar y estar enfocado quizás no sean conceptos tan distintos. Me parecen ahora, el único foco válido.
Pero el peso no tiene que estar en los demás. Y las malditas expectativas que lo arruinan todo, pero también lo posibilitan. La anticipación funciona como telón de la percepción. La palabra encierra ese misticismo. La palabra todo lo domina. La realidad es el velo. Y esperar algo de los otros suena tan ridículo como tantas otras cosas en las que creo. Porque no esperar requiere cierta no-profundidad que me aburre. Algo como ser cagón, pero no. Porque ni-de-lejos significa eso. Pero sigue siendo cagón, De cobarde, tampoco. Pero más bien chato, capaz. La relación sin su fluir no es auténtica. Pero la relación sin expectativas no construye en lo concreto. La relación en la que no contás con el otro de forma estable no sienta bases, no distribuye los pilares. El tiempo, siempre entrometiéndose en todo lo que intento pensar. Porque, claro, eso requiere tiempo y es como que llega, -llegó como vos no lo esperabas... el futuro, ya llegó...-. Pero ese es otro tiempo, es igual a este tiempo y necesita lo mismo, pero como construido con otro material. Es hermoso que la gente con ganas de divertirse se nos acerque. Pero también es genial poder contar con otros cuando uno quiere expandirse y está todo chiquito acbachado. Sentirse seguros no debe implicar a los otros, ¿no? Pero, sin "otros", lo que hay es soledad. Y entonces la palabra deja de tener validez, porque ya el abrazo sería una palabra absurda y caduca. A mí me gusta mi monstruo en mi bolsillo.
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