Era imperante ir al grocery store de modo que él tomó una daga y el grupo en su conjunto tomó tres autos y emprendió el viaje. Antes, como ritual, dimos varias vueltas a la casa cambiante, a ver si esta vez teníamos más suerte. Durante el tiempo de transporte no hubo inconvenientes, pero así como contactamos con el aire de este universo en el que caímos -todos muy parecidos estéticamente al que conocemos- comprendí que esto sería peligroso.
Los hombres reptil no tenían malas intenciones, pero estaban dispuestos a alimentarse de nosotros. La lucha comenzó y yo no sabía qué debía hacer, de modo que opté por no entorpecer a los demás y quedarme escondida y atenta por si me convertía en necesaria. Mamá daba vueltas a la manzana tratando de encontrar una realidad más favorable, y así fue como los hombres reptil perdieron masa y estatura y él, con su daga, pudo acabar con ellos, no sin cortarme un dedo por el filo de forma profunda pero sin mutilación posterior, o tal vez eso fue por el nuevo cambio de universo. Vueltos y triunfantes, nos dedicamos a trasladar computadoras de una habitación a la otra mientras otras personas seguían girando y ajustando al universo.
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