Nunca me gustaron los placares... me parecen lugares incómodos y torpes... no voy a negar que cuando veo uno bien ordenado siento una inmensa pereza por el bardo que eso implica. No acepto las condiciones que me demanda el placard para mantenerse en su correcto funcionamiento.
Cuando me di cuenta de esto fue que le saqué las puertas, pero esto no me fue suficiente y pedí que se me construyera un gran mueble sin puertas ni compuertas del tamaño de toda una pared de habitación, con un barral al medio.
Mi placard comenzó a ser placard y bibliotecca y baulera y mesita de luz y botiquín de baño y escritorio y mesa para comer.
El placard dejaba ver toda mi ropa... es un lugar muy privado.
Ahora mi gran mueble está partido en pedazos y está siendo reutilizado por esa parte de mí que no convive conmigo pero que siempre está ahí.
Y yo tengo la casa ordenada.... y no sé qué hacer con el placard. Tiene puerta, tiene cajones, infinitos estantes con ropa mal doblada, caída, retorcida, un poco en el piso, un poco puesta.
Conocerme por mi placard no es conocerme.
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