Estoy ahí cuando llegaste. No me sorprendió tu desnudez ni tu apuro, sé quién sos y quienes te acompañan. Me saludás pero yo no te devuelvo el saludo.
Hola, Inés. Me cebás unos mates?
No te respondo, no necesitás escuchar mi voz. Te cebo un mate: preparado como vos querés, con la yerba uruguaya y las letras grandes grandes.
Se te extraña por acá... (Respira agitada)
Tuve un buen momento volando por ahí, en Callao y tu casa. Dejá de llorar, vení y volá a bailar.
Viste cómo me trataron?
Te trataron... Te trataron. Ya está, lo sucedido sucedió y por una buena razón, sin excusas. Vení conmigo.
Inés corre un sillón. Revela una escalera oculta, en caracol. Espiral descendiente que lleva a un lugar donde El Gato Noné nunca supo que estuvo.
No voy a recordar que estuve ahí?
No tenés que recordarlo, tenés que aparecer... como las flores celestes de primavera, el regalo de vida que viene cuando no lo esperás... brotando de abajo de tus zapatitos de charol limpiados por clara de huevo.
Me estás pidiendo que cree un lugar nuevo o que vaya a uno que no haya recorrido?
Inventalo para notar que siempre estuvo ahí.
(falta título intermedio)
El lugar está un poquito desordenado. Es el lugar que está rodeado de los que no saben escuchar. Hay una mesa ratona y muchos libros desparramados sobre ella. Uno de Nietzsche, un librito para colorear, con dibujos bobos, uno de mandalas, uno cuya tapa no tiene ninguna inscripción, uno sobre física cuántica para principiantes, un volumen de El Capital, y un cuaderno de partituras de Piazzolla.
Hay un cuaderno de anotaciones abierto, con una frase de madre, una frase de Bowie, los nombres de unos cuadros vistos en internet y una gran mancha verde de plastilina desparramada.
Por la ventana se sabe que es de noche.
Llegaste! Cómo estás cariño? - Iván pregunta con una sonrisa de oreja a oreja, y con ojos rojos de la nicotina y la noche y el llanto.
Priscila te quiere mucho... vos sos Iván, ése Iván. Me pregunto qué habrá hecho que nos encontremos.
Estoy acá para recibirte, no para tirarte el humo en la cara. Así que, hay una túnica del color que quieras esperándote, para que seas la diosa que desees ser. O podés ser simplemente El Gato Noné, y vestir tu desnudez.
El Gato Noné se mira y dice: Si alguien estuviera disfrutando mi cuerpo, por ningún motivo me vestiría.
El color, Noné, el color. Es crucial elegir el color de la diosa que elegís ser.
El rojo es el color. Rojo carmesí.
(La habitación entera se reviste en rojo, detalles en negro y madera)
Tengo un largo recuerdo, que viene lento como un pianissimo de violín: unos cabellos rojos de una dama que se llamaba Alicia. Pero no recuerdo quién es. Diosa Alicia Noné, cuál es el poder que tiene usted?
Debería decir que el placer, pero no puedo nombrar algo que no puedo profesar ahora. Debería decir que llevo la sabiduría más allá del Olimpo. Pero hoy me cuesta hasta decir palabras. Quizás pueda decir que aprendí a dialogar con los gusanos, y ganarles con la pluma.
Felicitaciones, entonces. Pero tener una habilidad, no es tener un poder. Qué poder elige, entonces, aunque todavía no lo considere suyo?
Creo que lo que mejor se resume es el poder de la seducción.
Genial. El poder de la seducción abre muchísimas puertas. Pero lo que mejor hace es abrir caminos para otros, hacia uno mismo: quien seduce, logra mostrar la ruta hacia uno mismo pero la pregunta es ¿Qué ruta sigue el seductor? ¿Hacia dónde va si todos los caminos apuntan a él mismo?
Pediste que lo nombrara, aún sin conocer su identidad completa. Eso hice. Sólo me permito hablar por mi misma, y yo voy--
No es nombrarle por mi boca todavía, ni oíble por tus oídos.
Una reverencia concesiva de Iván sucede a las palabras de Noné.
Debo responder a una pregunta que todavía no me ha hecho, que quizás, dé sentido o dé canción o dé lo mismo. Mi túnica es gris, y mi poder, es el de calmar. Soy el equilibrio. Y el caos.
Finalmente me liberé del equilibrio. Ya tiene otro nombre que el comandante a cargo. Entonces la antesala al Caos realmente traía al caos. Entonces el caos realmente es el equilibrio y no todo lo demás. A eso se refería Él cuando me acusó de haberme peleado con la moral.
¿Quién es? ¿Quién te acusa de pelearte con un espectro?
Son un espectro condensado. Son los hombres que supieron quererme. Son los hombres de quienes tuve que cobrar su sangre a costo de mi libertad.
Oh el ajedrez. Alfil a T5 y jaque a la reina. Dame un tiempo. ¿Podría pedirte tu anotador?
¿Mi anotador? Pero yo nunca salgo sin mi anotador... ¿Y si quiero anotar algo?
Si me lo concede, prometo devolvérselo en su estado, más 1.
¿Y si quiero anotar algo?
Entonces podrá hacerlo, luego de que lo haya leído.
¿Y por qué quiero yo que usted lea mi anotador?
Porque yo soy usted-. Y su anotador es todo lo que no quiere decirse.
¿ Y usted me lo va a decir?
Por supuesto que no. Pero va a haber un más 1.
Iván, yo no lo conozco, sé que tiene buenas intenciones, pero es que lo último que necesito ahora son acertijos.
¿Qué necesita ahora?
Sentir hacia dónde poner los gusanos para poder moverme de acá, poder acomodarme y encontrar la forma de disfrutarlo todo.
Sin embargo usted eligió un poder diametralmente opuesto a lo que desea.
Opuesto y complementario, tal vez.
O tal vez no.
Yo me dije a mi misma lo que quería pero ya no sé nombrarlo, le voy a dejar el anotador, pero sólo porque confío en mi.
Iván agarra el anotador, saca de su bolsillo un libro, de él, un señalador. Abre el anotador y sin mirar su contenido deja el señalador allí. Lanza lo más lejos que puede el hermoso libro de Rayuela, el anotador en el piso y se va caminando sin decir adiós.
Noné, sin consuelo pero algo desconcertada toma una tela roja del piso, se cubre con ella, observa el señalador que dice:
“ Un señalador sirve para poner tu atención en donde no sabías que ya estaba”
Aprieta y arruga el anotador Noné y sale caminando, paso a paso, lentamente, sube la escalera caracol y con toda delicadeza, con sus brazos débiles por la tristeza, pone el sillon nuevamente en su lugar. Con la cabeza gacha vuelve hasta su cama donde se queda dormida en posición fetal-.
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